Recordamos cómo la Iglesia Católica reconoce el aporte indispensable de la mujer a la sociedad y trabaja para la defensa de su dignidad.
Sebastián Sansón *
Desde las primeras páginas de la Historia, la mujer ha sido un regalo querido por Dios, pensada como un perfecto complemento y punto de apoyo, “porque no es bueno que el hombre esté solo” (Gén. 2:18). Entonces, la Iglesia reconoce su aporte indispensable a la sociedad y trabaja para la defensa de su dignidad, promueve su desarrollo y ayuda a todas las mujeres, pero también pone el énfasis en las más desfavorecidas y necesitadas. Así lo ha hecho siempre, porque entiende que en la fragilidad se halla una alta manifestación del amor divino, al que estamos invitados a corresponder con nuestro aporte generoso, desde el lugar que cada uno ocupa.
Teoría y práctica
Percibo que la teoría sobre la mujer es clara, pero las iniciativas católicas que realizan alguna labor con esta no se encuentran tan arraigadas en el imaginario colectivo o no son demasiado visibilizadas. En la Arquidiócesis de Montevideo operan, entre otras, dos destacables obras que responden a fenómenos sociales muy contemporáneos: por un lado, a la trata de personas y a la prostitución y, por otro, al aborto.
A la trata de personas y a la prostitución responde el programa “CasAbierta” de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, cuya sede está en la intersección de los barrios Aguada y Villa Muñoz. ¿Qué hacen? Un reportaje de Iglesia Católica Montevideo (ICM) ahonda en su proceso de trabajo.
Por una parte, explica que el objetivo es acompañar a las mujeres en las decisiones que toman y sensibilizar en relación con la prostitución y la trata, porque “no pretenden que se deje la prostitución, y de hecho son pocas las que salen de ese entorno”. Se trata de un “proceso psicosocial”, en el que se busca que la mujer decida qué hacer de su vida: “Capaz que uno desearía que eligieran otras cosas, pero hay que respetarlas por su propia historia de vida”, comenta Victoria Capurro, quien integra el equipo coordinador de la institución.
Por otra parte, Capurro realiza una aclaración muy interesante: “Más que para que dejen de ejercer, trabajamos para que se den cuenta de sus propias decisiones y de su propio proceso. Que puedan ser críticas de lo que están viviendo. Y desde ahí quizá entienden que la mejor decisión es dejar”.
Estas declaraciones reafirman que, en ningún momento, el rol de la Iglesia católica consiste en imponer un estilo de vida o una determinada conducta. Por el contrario, en su condición de Madre y Maestra, orienta a sus Hijos sobre los caminos más convenientes y, por ello, acompaña, escucha, tiende la mano a quien más lo necesita y lo hace del modo más transparente y profesional posible, con obras como esta, que, como señala el artículo, brinda “atención psicológica, social y jurídica gratuita”. Porque desea que todos conozcan la belleza de la fe, la bondad divina, pero, ante todo, respeta la libertad individual.
Al aborto responde la organización sin fines de lucro “Madrinas por la Vida”, que trabaja en un salón de la capilla San Jerónimo (Volteadores 1753). Acoge a embarazadas en situación de riesgo o alta vulnerabilidad social, brindándoles apoyo y contención, para evitar que aborten.
A su vez, como una de las luchas es contra el asistencialismo, en un artículo de ICM resaltan que son una “gran familia”, pues entre las madres que acuden y las voluntarias se crea un lazo de afecto y, además de la venta económica de ropa, hay un taller de cocina.
Si cruzamos el charco, en Argentina surgió una iniciativa en esta línea, que se denominó “Hogares del Abrazo Maternal”, donde dan alimentación, atención y control médico y sanitario, apoyo psicológico, orientación legal y social a embarazadas en situación de riesgo, “para que puedan llevar adelante sus embarazos como así también los primeros años de sus bebés hasta poder ingresar al ciclo de educación inicial”, como explica el comunicado de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) sobre el lanzamiento del proyecto, fechado al 17 de julio de 2018. El 27 de agosto se celebró la misa de inauguración de la primera sede de los “Hogares del Abrazo Maternal”, ubicada en Buenos Aires.
En las capillas “dispondremos de un “lugar adecuado para que puedan estar durante el día, almorzar, merendar, descansar, recibir cariño y contención, formación y orientación ante cada situación y, en los casos en que no fuera posible la crianza posterior del niño, poder rápidamente articular con el sistema Judicial para una pronta adopción del mismo”, señala.
“En un clima de familia que recibe, abraza y acompaña, se buscará sobre todo dar ánimo y fortaleza. Por otro lado, también se recibirá y acompañará en sus crecientes responsabilidades a los papás adolescentes y jóvenes. Obviamente se acompañará con respeto y cariño a las mujeres que hayan atravesado el drama de un aborto”, añade.
Dar gracias: importante, pero no suficiente
El Día Internacional de la Mujer es un marco perfecto para recordar y meditar la “Carta a las mujeres” que escribió San Juan Pablo II el 29 de junio de 1995. En ella incluía una serie de agradecimientos a la mujer en cada una de sus facetas o vocaciones: mujer-madre, mujer-esposa, mujer-hija y mujer-hermana, mujer-trabajadora, mujer consagrada y, por último, “por el hecho mismo de ser mujer”.
Las llama de una manera directa, apelando a su realidad y asociándoles un motivo de gratitud por su servicio: a la mujer-madre, por la alegría y los dolores de parto “de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida”.
A la “mujer-esposa” le agradece la unión irrevocable de “tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida”.
De la “mujer-hija” y de la “mujer-hermana” subraya el aporte al núcleo familiar y al conjunto de la vida social, por “las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia”.
De la “mujer-trabajadora”, participante de todos los ámbitos de la vida (sociedad, economía, cultura, arte, política), acentúa su papel en la “elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del ‘misterio’, a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad”.
A la “mujer-consagrada” le da gracias porque, “a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta ‘esponsal’, que expresa maravillosamente la comunión que Él quiere establecer con su criatura”.
El último agradecimiento es medular: da gracias a la mujer “¡por el hecho mismo de ser mujer!” y agrega que, “con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.
Más allá de la belleza de estas palabras, el Papa Santo es consciente de que no basta con dar gracias (“Lo sé”, enfatiza), reconociendo que, “por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, ha hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a la esclavitud”.
Esta situación “le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales”. De todos modos, invita a “mirar con la valentía de la memoria, y reconociendo sinceramente las responsabilidades, la larga historia de la humanidad, a la que las mujeres han contribuido no menos que los hombres, y la mayor parte de las veces en condiciones bastante adversas”.
Consideraciones finales
Agregar cualquier comentario personal a la excelente epístola es innecesario, pues allí está todo dicho. Sí quiero retomar otro concepto muy importante, en torno al que cada uno puede reflexionar, que es el del “genio de la mujer”. San Juan Pablo II nos recuerda el rol de la Virgen María, modelo de mujer y de madre, en quien la Iglesia ve “la máxima expresión del ‘genio femenino’ y encuentra en ella una fuente de continua inspiración”.
A Ella podemos: en primer lugar, confiar todas las mujeres (del mundo, de nuestro país, de nuestras historias, familias, con especial hincapié en las más débiles), asociándole una intención particular. Podemos mirarla con ternura de Hijos y pedirle que cobije en su manto aquello que dichas mujeres más estén necesitando en estos momentos. Y, en segundo lugar, agradecer sinceramente por cada una de ellas, que nos ha acompañado y orientado, sobre todo por la claridad y la luz que nos han traído en medio de tantas tinieblas de duda y desesperación.
*SIGNIS Uruguay Joven